Ha llegado la hora de rendirle tributo al título de este Blog.

Quisiera referirme con hartas palabras a lo que desde la teoría marxista-leninista llamamos enajenación. Primero, porque es un vocablo bastante utilizado desde la perspectiva crítica a los medios de comunicación (se dice que estos producen la patología a la que me refiero). Segundo, porque creo es necesaria de introducir en el inconsciente colectivo; muchas de nosotras y otros creemos que la mayor parte de las personas que se reconoce como aburrida de los medios no hace mucho por cambiarlos (lo que es necesario y caracteriza a la inamovilidad política que vivimos).

La importancia de combatir y esclarecer conceptos como el que propongo proviene del que la sociedad en que vivimos se encuentra sin duda, en deterioro. Realidad que no nos es manifiesta por los medios de comunicación, realidad apabullante y extrema considerando que tenemos en nuestra querida madre tierra un continente completo sumido en la más completa desigualdad, muerte y pobreza, producto de aquella segregación social y económica que produce la inamovilidad política. ¿Y qué es eso que produce la inamovilidad (el no recambio del poder)? La enajenación colectiva.

Miles de personas hayaremos sentadas frente a la pantalla de su televisor diariamente, si no es paradas frente al que se haya en el centro comercial que visitemos, si no es (en santiago) en el metro. Dondequiera que vayas, encontrarás un televisor. La pregunta es: ¿Determinan los medios lo que verán las audiencias o las audiencias lo que transmitan los primeros?. Si lo analizamos como lo que es: un proceso histórico, comprenderemos realmente el porqué del vacío intelectual y abundancia de chatarra que encontramos en la televisión pública. En el periodo de la dictadura militar se introdujo en Chile la televisión en colores con el objetivo de atontar a las personas que llamadas por la novedad de las imágenes en colores y movimiento se mantendrían en el tiempo de toque de queda tranquilas en sus hogares reunidas frente a la pantalla del televisor. Esta, es una más de las características de el Chile de la dictadura, el que ha sido llamado ya tantas veces por teóricos y teóricas "El laboratorio del neoliberalismo", cuando en conjunto a la televisión se modificó nuestra sociedad, desde su carta constitucional; se liberalizó la economía y construyó una falsa realidad a partir de parrillas programáticas livianas, música alegre y periódicos sumisos, lo que desembocó en la consolidación de una masa de medios de comunicación de mercado, que se mantiene hasta hoy y un pueblo en su mayoría de mujeres y hombres enajenados.

Vemos la realidad, pero no nos interesa. "Queremos llegar del trabajo a la casa y divertirnos luego del largo viaje y la extensa y mal pagada jornada laboral". Es lo que me dijo un compañero de universidad a comienzos del presente año, al escucharme decir que la televisión abierta chilena era una gran basura. Claro, le dije, las personas no hacen nada por cambiar la realidad que viven porque el sistema los ha hecho flojos y flojas de mente; la entrega de imágenes y conceptos a la vez que realiza la TV produce en el cerebro un acostumbramiento tal, que luego recepcionas todo; mientras más liviano, mejor.

El poder popular ha desaparecido, porque la televisión y sus noticieros han criminalizado a tal punto los movimientos sociales, introduciendo en el inconsciente colectivo palabras que atentan en contra de aquellos y aquellas que se manifiesten en contra del poder político que, somos pocas y pocos ya los que nos atrevemos a manifestarnos. Eso también porque la represión esta institucionalizada y aunque este fue un proceso y una manipulación política anterior al "gobierno militar" podemos apreciar en la constitución del 80 (creada por el hombre que ha de encontrarse de existir este, en el infierno, Jaime Guzmán) como desde los movimientos sociales hasta los medios de prensa se introdujeron y consideraron en la carta solamente para ser sancionados y en ningún caso para otorgar o legitimarles derechos. Cosa que no ha cambiado en la supuesta "transición a la democracia" que también (y esto en el tono irónico que a tantas y tantos molesta) "supuestamente" vivimos en Chile, y que más bien se ha acrecentado; la ley de responsabilidad penal juvenil cada vez crece más, por estos días se esta buscando sumar a dicha ley introducir a los centros de reclusión juveniles del SENAME, gendarmes, osea, se terminará por reconocer que estos centros, mal llamados, son realmente "cárceles" para niños.

Ante éste panorama... ¿A alguien le dan ganas de protestar? Si por la televisión, en todas las fechas representativas a los movimientos sociales, se muestra el conflicto con carabineros y se enfocan principalmente las noticias hacia el número de detenidos y detenidas, la suma en dinero de "los daños a la propiedad privada y pública", etc. ¿Hasta dónde llegará la criminalización? Se han mostrado sin respeto alguno los rostros de quienes, en un acto de manifestación en contra del poder de las transnacionales y su yugo explotador, han rompido con fuerza y valentía sus estructuras. Se ha mencionado sin respeto, por ejemplo, por el periódico más absurdo y burdo de Chile: "Las Últimas Noticias", un día que honra las muertes de tantas y tantos jóvenes revolucionarios, exponiendo en su portada con la foto de un encapuchado (o encapuchada) "El día del joven delincuente".

De este panorama, el que presento, realidad que contemplo no sin tristeza e impotencia es que digo: "Dejémosnos de enajenación colectiva". Dejémosnos de inamovilidad: Los verdaderos cambios, es decir, los cambios que han involucrado a los pueblos de la humanidad han sido los que han surgido desde el poder popular y nunca se han originado estos gracias a la voluntad de una gran masa de personas que se preocupa de la vida de los famosos o solamente del devenir de los pueblos hermanos, vecinos, cuando en sus países hay un terremoto o un aluvión. La situación de carestía que vivimos es incongruente a la que reflejamos "en cifras". Nos llamaron "los jaguares de América Latina", mas nunca hemos sido tales más que representados por ese 2% de la población que se beneficia de la fuerza de trabajo del resto. ¿No es esto una lucha de clases? Entonces me equivoqué, no debí mirar al resto en la mañana en sus autos mientras trataba de bajar de la micro en Plaza Italia (estaba llena de gente que o era hippie o pobre, pero que no era rica, ni iba en ese bus por simple gusto de viajar apretada).

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